viernes, 11 de octubre de 2013

Poesías de piedra



En cada bloque de mármol veo una estatua
tan clara como si se pusiera delante de mí,
 en forma y acabado de actitud y acción.
Sólo tengo que labrar fuera de las paredes rugosas
que aprisionan la aparición preciosa para revelar
a los otros ojos como los veo con los míos
Miguel Ángel Buonarroti

       Y bien es cierto que tradicionalmente la escultura como lenguaje artístico se ha tendido a asociar al género masculino. "La escultura es cosa de hombres" pensarán muchos, como el whisky o los puros, pues la fuerza y la destreza necesarias para su modelaje exigen a “nuestro sexo llamado débil", como decía Martín Vigil, ciertas competencias que, a priori, se dan por supuesto que no poseemos. Sin embargo son muchas las escultoras que han existido a lo largo de la historia -Camille Claudel o La Roldana en España serían algunos ejemplos- pero sin embargo la perspectiva androcéntrica del propio devenir histórico las ha silenciado exaltando a grandes genios, siempre masculinos, como Cellini, Buonarotti, Bernini, Donatello, Rodin o Fídias, si nos retrotraemos a la antigüedad clásica. Como bien afirmaba Christine de Pizán ya en el siglo XIV "encontrarían muchas más mujeres artistas por el mundo si se tomasen la molestia de buscarlas". Por suerte las cosas han cambiado y quizás hoy no resulte tan extraño asociar el lenguaje de la escultura a una mujer artista, como es el caso de Francisca Llabrés (Palma de Mallorca, 1955).
       De padre "marger", Llabrés creció desarrollando un estrecho vínculo con las formas, tamaños y colores de las piedras con las que su padre acostumbraba a trabajar. El oficio de "marger", muy arraigado en la cultura mallorquina, requiere de una especial sensibilidad a la hora de seleccionar las propias piedras, que deberán encajar unas con otras a fin de crear un sólido muro. Llabrés, en continuo contacto con esta tradición, fue adquiriendo destreza a la hora de escoger materiales y, poco a poco y de forma autodidacta, habilidad para transformarlos. "Paseo por el campo y encuentro piedras que me llaman la atención para hacer esculturas. Entonces, decido cargar con ellas. Las trabajo para que cedan su dureza y adquieran calidez en sus más variadas formas", afirma la artista.
       Las esculturas que Llabrés crea pueden ser narrativas, como ocurre con aquellas que conforman la serie No a la violencia, donde esbozados rostros, ocultos bajo estrías pétreas revelan la ceguera a la que nos vemos sometidos frente a un mundo dominado por un sinfín de violencias que, a menudo, pasan inadvertidas, naturalizadas sin cuestionamiento alguno y perpetuadas a modo de tradición. La contundencia de las formas y la aspereza de las superficies revelan lo incisivo de la violencia y la despersonalización de los rostros permiten empatizar al espectador, pues cualquiera de nosotros podemos ser las víctimas.
Por otro lado, Francisca Llabrés ha plasmado en algunas de sus esculturas una visión propia de la feminidad, partiendo de vivencias personales parafraseadas en piedra. La maternidad, la evolución del cuerpo femenino en sus distintas fases o el amor y la afectividad, son algunos de los temas que dibujan sus esculturas. En este repertorio abundan las formas sinuosas, ondulantes y, en muchos casos, entrelazadas, buscando penetrar delicadamente en los materiales a fin de conseguir acabados sedosos y exquisitos, casi poemas trasladados a piedra.
El busto, una de las tipologías escultóricas de mayor tradición, también está presente en parte de su producción, persiguiendo en este caso la presencia, la rotundidad, el "estar". Su estilo personal se mezcla con influencias del arte primitivo, como Picasso hizo con las máscaras africanas o el Expresionismo Alemán con lo exótico y tribal, dando como resultado imponentes rostros con carácter y solemnidad.
Fragmentos de vida traducidos en piedra, poemas esculpidos que emanan una belleza pulcra y delicada y mensajes de contundente reivindicación configuran el universo escultórico de Francisca Llabrés; piezas que ocupan el espacio como una continuidad de nuestra existencia, permitiéndonos mirar, deleitarnos y reflexionar. Todo lo que la mano del escultor puede hacer es romper el hechizo y liberar las figuras dormidas en la piedra, recuperando de nuevo palabras de Miguel Ángel.


1 comentario:

  1. La escultura es un arte de la plástica que trabaja sobre los materiales, sacando de sus entrañas objetos y formas que solo el artista es capaz de sacra a la luz. Lo importante es saberle dar la fuerza y la vida que lo hace creible para quienes lo admiran. Hay escultores que, con sus cinceles, son capaces de crear figuras y objetos llenos de poesía y de belleza que causan admiración y son, al mismo tiempo, tesoros del diseño y de las bellas artes.

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