jueves, 29 de diciembre de 2011

THE ARTIST. Narrando hoy con lenguaje de ayer.


Dirección y guión: Michel Hazanavicius
Música: Ludovic Bource
Fotografía: Guillaume Schiffman
País: Francia
Año: 2011
Duración: 98 min.


El director francés Michel Hazanavicius (París, 1967), parece haber arrasado en las nominaciones para los Globos de Oro con nada más y nada menos que seis candidaturas para su película The artist (2011), protagonizada por Jean Dujardin y Bérénice Bejo. Ha sido, por otra parte, galardonada a mejor película para el Círculo de Crítico Cinematográficos de Washintong y premiada a mejor actor en el Festival Internacional de Cine de Cannes 2011. El director reincide acertadamente al volver a juntar a dichos protagonistas, ya  vistos en pantalla en su anterior trabajo OSS 117: El cairo, nido de espías (2006), unidos, en este caso, para homenajear al tan aplaudido cine mudo Hollywoodiense de los años veinte.
El 6 de octubre de 1927 se estrena El cantor de jazz, considerada la primera película sonora de la historia y, sin duda, un punto de inflexión para el posterior desarrollo del séptimo arte. El dinamismo con gesticulación desmesurada, acompañado de un hilo musical marcadamente expresivo, será substituido ahora por un estatismo obligado y por un peso del diálogo que desplaza a la anterior expresión corporal. Las novedades del sonoro demandan un nuevo perfil de artistas, desterrando del podium de honor a las grandes estrellas, que tuvieron, por aquellos años, su momentito de gloria. Ese es el retrato de George Valentin, gran figura del cine mudo quien sufre, en el film, las consecuencias de que éste empiece a hablar. A través del recurso del cine dentro del cine el director, por un lado, convierte al público en coprotagonista de la propia película, por otro lado, se apropia de la narrativa melodramática muda y, así mismo, convierte la producción en un auténtico documental para evidenciar cuál es, o mejor dicho cuál fue, la realidad cinematográfica que se escondía detrás de las cámaras.
 Hazanavicius se sumerge en un reto al plantear una película que recupera el género mudo en blanco y negro en plena era de la cinematografía en 3D. El guiño disfrazado de homenaje y la nostalgia a lo demodé la convierten en un verdadero retrato de cómo el ser humano avanza, evoluciona, es reacio a asumir cambios, los asume, pero, inevitablemente necesita volver a los orígenes, a ese punto de partida que le permite reconciliarse con el presente. Las dificultades al cambio, la ambición, la fugacidad de la fama, la peligrosidad de la misma, el orgullo o la fragilidad social, son algunos de los dogmas subliminales que, a través de un lenguaje metafórico de códigos visuales, narran verdades universales hoy por medio de un lenguaje del ayer.
Sentado en el sillón de un cine cualquiera, el espectador es partícipe de la imitación [“quasi real”] de la narrativa del cine de la época, donde, desde la substitución del diálogo por intertítulos, hasta la expresión corporal y facial de los protagonistas, éste asiste a un viaje en el tiempo que lo sitúa entre el público de aquellas salas, esperando con júbilo algo sorprendente de la gran pantalla.
 Queda patente que el cine como lenguaje audiovisual puede rendirse ante un trabajo bien hecho, mostrando su faceta más visual que audio al prescindir del sonido y comprobar que, cuando se trata de expresar, en muchas ocasiones, una imagen vale más que mil palabras. 

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