miércoles, 1 de febrero de 2012

"La Liberté Raisonnée." Cristina Lucas. 2009



                      http://www.youtube.com/watch?v=-X3BVYSqAOo&feature=player_embedded

¿Por qué se elige estudiar, conocer, un aspecto de la realidad y no otro? Lo que se investigue, afirmaba E. Bartra[1], debe ser novedoso y socialmente necesario. Pero… ¿qué es lo socialmente necesario? Como punto de partida diré que la igualdad. Cuando a finales del siglo XVIII nace como disciplina académica la Historia del arte, se construye “Una” historia del arte -y no “La” historia del arte única e inamovible-, atendiendo a un contexto cultural y a una jerarquía de valores que respondían a la visión androcéntrica y patriarcal del momento[2]. Así, en el período de gestación se dieron pasos definitivos que acabaron por ser determinantes para que hoy en día conozcamos esta historia del arte y no otra; una historia de la producción artística masculina, de la teorización masculina, de la genialidad masculina, del gusto masculino, que condena a la penumbra el papel (existente) de la mujer dentro de los circuitos artísticos. La historia sólo es escrita por los vencedores, decía Robert Brasillach, y, evidentemente, el pasado no lo podemos cambiar, pero lo que sí podemos hacer es revisarlo. Parafraseando a W. Benjamin es necesario pasarle a la historia del arte un cepillo a contrapelo a fin de ofrecer un nuevo discurso artístico, un discurso renovado, más plural y menos androcéntrico. Es necesario llevar a cabo un radical cuestionamiento de los criterios tradicionales utilizados para evaluar la producción artística, tanto de hombres como de mujeres, ya que, de lo contrario lo único que se consigue es añadir nombres de mujeres artistas a una historia del arte androcéntrica. Tal como señala Patricia Mayayo es esencial tirar del hilo de esa historia olvidada para reparar la omisión y cuestionar las categorías y afirmaciones sobre las que se asienta la disciplina de la historia del arte en su conjunto.[3]
Ya no revisando la historia sino produciendo, encontramos el trabajo de Cristina Lucas, una de las artistas más recientes, dentro de ámbito español, que enfoca su producción hacia los mecanismos de poder y sus instituciones, teniendo presente el papel de la mujer como referente. Criticada por algunos por ofrecer una visión descafeinada, un tanto naif, que resta credibilidad a la comprometida temática de su obra, a mi parecer es una buena muestra de condena y de crítica mordiente a la construcción de roles sociales por medio de la sátira, la ironía y el sarcasmo, siendo éste, a fin de cuentas, su principal objetivo: reírse de un sistema demodé regido todavía por un orden hegemónico excluyente.
Delacroix se hubiera llevado las manos a la cabeza si hubiera sabido que, siglos después su mítica obra, símbolo de la lucha contra el Antiguo Régimen y la tiranía, sería despetrificada, insuflada de vida, para condenar la construcción de estructuras de poder que relegan a la mujer a simples alegorías y abusan de su cuerpo violentándolo bajo la mirada masculina. La libertad, extasiada de sensualidad, con los pechos descubiertos, incita a la masa a seguirla, los embelesa; juega el papel de seductora, que capta a la muchedumbre y los invita a la barricada. Pero… ¿y si razonamos esa libertad? ¿Una mujer libre a principios del XIX mostrando sus vergüenzas? Como nos gusta manipular estereotipos camuflados y excusados en héroes/heroínas alegóricos. Cristina hace un viraje a la intencionalidad de esta obra como una lucha política por la libertad femenina coartada por el hombre. Expone como éste la excluye de prácticamente todos los territorios colonizados, otorgándole un papel de mera presencia metafórica. La artista no muestra, en este caso, a una barricada unida en lucha y abanderada por una mujer, sino a una sublevada reivindicando su libertad y a una multitud masculina que, tras ella, intenta acallar y silenciar el ilegítimo acto, con un dramático final muy diferente a la victoriosa intención del cuadro primigenio. Este apropiacionismo es una clara evidencia de cómo podemos revisar el pasado, ofreciendo nuevas visiones que demuestren la urgencia de cambio, donde aparte de la de mujer quedan todavía muchas libertades desguarnecidas a las que dar voz. ¿Quiénes somos y quienes queremos ser?


[1] BARTRA, E.: Frida Kahlo, mujer, ideología y arte. Ed. Icaria. Barcelona, 2003, p. 7.
[2] No debemos olvidar que la disciplina se consolida en el siglo XIX, siglo especialmente misógino. Para mayor información puede consultarse CAZÉS MENACHE, D. – HUERTA ROJAS, F.: Hombres ante la misogínia: miradas críticas. Ed. Plaza y Valdés. Barcelona, 2005.
[3] MAYAYO, P.: Historias de mujeres, historias del arte. Ed. Cátedra. Madrid, 2003, p. 11.

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