martes, 1 de mayo de 2012

EL BESO ESTÁ MUY CERCA DE LA HERIDA



En consonancia con la búsqueda, reivindicación y exaltación de un cuerpo propio y autónomo encontramos la performance El beso está muy cerca de la herida de 1990, realizada en el Círculo de Bellas artes de Madrid en el Festival de Poesía-Acción organizado por Juan Hidalgo. En este caso, Graciela sale a escena con una barra de labios. Se pinta de rojo sangre y poco a poco va desnudándose el torso para sacarse un pecho. Lo besa, dejando una huella sobre su propio corazón. Tras ello, observa a quien está allí, frente a sus ojos, mostrando las heridas del pecho. Esta acción se realizó tras una operación que sufrió y marcó a la artista, desarrollando un vínculo especial con esta parte íntima. No es un pecho artificial, no reta a la manera de Orlan a la identidad vulnerable, no es el caso de las posibilidades de transformación a la carta, sino que invita a la aceptación, a una estima personal, a la tolerancia a la herida y la normalización de ésta; a un amor propio en contra del bombardeo mediático que inyecta en vena que el valor de una mujer se mide en relación a la forma y al tamaño de sus pechos.
En la línea de esta performance y como crítica a los cánones establecidos que estigmatizan el tamaño de ciertas zonas del cuerpo femenino y la presión que esto ejerce sobre la mujer, encontramos los trabajos de Marta Rosler, Carmen Sigler o Regina Galindo. Rosler en Estadísticas vitales de un ciudadano, fácilmente obtenidas (1977), deja que dos hombres de bata blanca midan su cuerpo, apuntando los resultados de la medición en un tablero. Estas medidas se comparan con otras consideradas “estándar” reflexionando acerca de las maneras en que internalizan las mujeres los juicios normativos de la cultura patriarcal. Sigler, en un video de nombre Des-medidas (1998), muestra a catorce mujeres de variada apariencia que miden sus cuerpos y comparan los resultados obtenidos con el canónico 90-60-90. Galindo, en Recorte por la línea (2005), realiza una performance con la colaboración de un prestigioso cirujano plástico de Venezuela, quien marcó sobre su cuerpo todas las áreas que deberían ser intervenidas para llegar a tener el cuerpo perfecto, según los códigos estéticos manejados por nuestra sociedad[1]. Por supuesto, en esta línea, no podemos olvidar el famoso Íntimo y Personal (1977) de Ferrer, donde se evidencia la medición absurda del cuerpo. Todas tratan de mostrar la desolación frente a una cultura de la imagen donde la mujer, -y también el hombre aunque en menor medida-, se siente intimidada ante un canon de belleza al que enfrentarse. Graciela no manifiesta indignación sino que transmite un mensaje de indiferencia ante ese canon y de apología a la autoestima: me beso, me quiero, me acepto.

Un acto como es el de sacarse un pecho en público queda vacío de todo contenido erótico –pese a que algunas miradas quieran ver lo contrario- transformándose casi en una campaña de solidaridad. “Quizás al abrir las heridas, mis heridas, cerré otras heridas, las heridas de otras personas”, afirmaba Henry Miller[2]. Aunque Baquero no hubiera padecido un cáncer de mama, sí que muestra sus heridas; heridas sobre la parte paradigmática de la feminidad. Evidencia sin prejuicios lo que a muchas mujeres crea traumas y estragos, y que en el caso del cáncer de mama ocultan, no aceptan, disimulan o intentan reparar por medio de prótesis. Son muchas las artistas que han trabajado en este sentido. Bien conocido es el caso de Jo Spence o el de Matuschka, donde una vez más, aspectos que mancillan a la autoestima de la mujer son puestos a debate como terapia de superación, una vez más en la esfera artística “lo personal se vuelve político”.


[1] José Galindo, Regina. “Recorte por la línea”. Disponible en
http://www.reginajosegalindo.com/es/index.htm, última consulta, 2/04/2012
[2] Citado por Cobo, María. “Heroínas o víctimas. Mujeres que conviven con el cáncer” en Fotomanías 2011. Heroínas o Víctimas. Diputación de Málaga, Delegación de Cultura, 2011, p. 15.

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