El 11 de julio de 1990 Baquero realizó la
performance Mujer expuesta, en el encuentro
derivado del taller de “Arte Actual” de Isidoro Valcárcel Medina. La pieza
consistía en la presencia de la artista, quieta, sentada y callada a lo largo
de la acción, y a su lado una serie de objetos tales como un bolso y una agenda.
Dos cartelas identificativas anunciaban: “Silencio. Mujer expuesta”, “Se ruega
no tocar”, así como otro texto definía la palabra “mujer” como “animal
racional. Mamífero, hembra de la familia del homo sapiens. Suelen vivir en
grupos, hembras y machos protegen a sus crías.” La exposición del sujeto
femenino a la manera común de un mero objeto, de una obra de arte cualquiera,
casi a modo de escaparate, visualiza la tendencia a la politización del cuerpo
como arma para condenar facetas del propio metalenguaje artístico. La mujer
expuesta ha sido la tónica general tanto dentro como fuera de la historia del
arte; esa mujer objeto, deseo de la mirada masculina que deriva del placer
voyeurístico. Este acto mercantilmente escaparatista y objetualmente
consumible, permite remitir a los estudios de Laura Mulvey y sus conclusiones a
raíz de la teoría sobre la dualidad en el placer de la mirada: activa/hombre,
pasiva/mujer, haciendo especial referencia al mundo cinematográfico. ¿Qué tipo
de placer nos proporciona el cine? Se preguntaba Mulvey[1],
llegando a la doble conclusión de que el placer era, por un lado escopfílico
–causado por la estimulación de mirar lo que se ofrece expuesto como un objeto
erótico-sexual- y por otro narcisista –identificándose con los personajes-. En
este sentido Mulvey regresa al fondo psicoanalítico cuando esa mujer expuesta,
exhibida como representación, supone para el
inconsciente masculino la castración
misma, induciendo a dos tipos de mecanismos para evitar su amenaza: o bien la
fetichización de la mujer en objeto negociable, manipulable y controlable por
el hombre, despojada de toda connotación de peligro en aras de una mera
erotización, o bien por medio de la dominación sádica, donde la mujer purga “su
culpa” subyugada al castigo o el perdón.[2]
Volviendo a la performance de Graciela, observamos como la artista se expone a
sí misma ante un público que la consumirá con la mirada, subvirtiendo, no obstante,
el prototipo de la mujer fetichizada del que habla Mulvey por otro
completamente contrario, donde lejos de convertirse en un objeto
erótico-sexual, casi a modo de pietat,
personifica el ejemplo de madre y esposa ideal en base a un modelo virginal. ¿Experimentarían
las espectadoras placer narcisista en este caso? No es aquel, pero sí otro completo
fetiche, que llega a la cumbre al colocársele el cartel de “se ruega no tocar”.
Deberíamos preguntarnos si este modelo de mujer supondría o no una amenaza al
subconsciente masculino en referencia al complejo de castración o si, su
aspecto virginal e inocente, sería asimilado, en efecto, como inofensivo y
tolerable. A este respecto, tal como afirma Mayayo[3],
existen artistas como Carolee Schneeman o Hannah Wilke que defienden la
utilización de su propio cuerpo –y en particular de su cuerpo desnudo-, como un
instrumento de reivindicación de una sexualidad femenina alternativa y
construida en sus propios términos, en contra de otras opiniones como la de
Mary Kelly que afirma que no es posible representar el cuerpo de la mujer sin
que éste se convierta en espectáculo, en objeto-para-ser-mirado. Aunque una
artista pretenda jugar con su imagen corporal en un sentido antipatriarcal,
apunta la artista, el cuerpo femenino se halla tan sobrecargado de significados
previos en el patriarcado que siempre termina siendo objetualizado, de ahí la
necesidad de rechazar “la figuración literal del cuerpo femenino.[4]”
Graciela se ubicaría en consonancia al primer grupo, ya que convierte a su
propio cuerpo en una herramienta de trabajo comprometida con el cuestionamiento
de la construcción de la identidad femenina.
[1] Mulvey,
Laura. “Visual Pleasure and Narrative Cinema” en Screen, vol. 16, núm. 3, 1975, pp. 6-18
[2] Mayayo,
Patricia. “Laura Mulvey: placer visual y cine narrativo” en Historias de mujeres. Historias del arte.
Ed. Ensayos Arte Cátedra, Madrid, 2011, p.187
[3] Mayayo, Patricia.
“Género y placer visual” en Cuerpo y
mirada, huellas del siglo XX. Ed. Museo
Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 2007, p.108.
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