martes, 1 de mayo de 2012

SOBRE LAS FORMAS DE CALLARSE


El 7 de abril de 1990 Graciela realizó en el Colegio de arquitectos de Málaga la acción titulada Sobre las formas de callarse, inserta en el festival de acciones coordinado por Francisco González. La performance consistía en introducir la cabeza dentro de un recipiente con agua, sacándola únicamente para tomar oxígeno y recitar:

              Respiro
Me esfuerzo y respiro
¿Qué más puedo hacer
que este aire sigiloso?

Servir, criar, obedecer y callar han sido las máximas a las que se ha visto sometida la mujer en el seno del sistema patriarcal reinante, por lo que la imposibilidad de expresarse, de opinar, de tener voz propia, y como diría Woolf, también una habitación, causó un lastre asfixiante al colectivo femenino. Un silenciamiento impuesto por activa y por pasiva; por derecho, hasta que se consiguió el voto para poder opinar, y a nivel cultural fruto del qué dirán, ha obligado y obliga a callar y ocultar. Margarita Dalton decía,

[que] explícitamente, el silencio dentro del discurso de lo femenino aparece como prescripción de que las mujeres no deben hablar, deben callar; implícitamente, cuando, por considerarlas seres inferiores al hombre en inteligencia, se les excluye de la misma historia del pensamiento[1].

            Y es que hay muchas formas de callar o que te callen. Callar puede ser un acto voluntario, o bien involuntario, cuando por razones de sexo, raza o clase, por ejemplo, se omite del discurso oficial a algún colectivo; se silencia; se erradica. Así pues, el pretexto de esta performance podría ser extensible a cualquier voz relegada a un forzoso silencio, acallada, sin opción, por el megáfono de lo hegemónico.


[1] Dalton Palomo, Margarita. Mujeres, diosas y musas. Tejedoras de la memoria. México, Ed. El Colegio de México, 1996, p. 16. 

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