martes, 20 de diciembre de 2011

Descubriendo con cuentagotas nuestra labor: la crítica. Crónica de un suceso anecdótico


 Hoy ha sido uno de esos días que sabes que, pese al paso del tiempo, seguirás recordando. He hecho mi primera entrevista a una artista. Si lo ideal hubiera sido un vis a vis, en este caso fue imposible: ella 64 años, Barcelona; yo con un máster que ahoga, que no me deja ni dos minutos de respiro, y sin ahorros para viajar. No es una artistilla cualquiera, es Eulalia Grau, una de las pioneras, junto a Esther Ferrer, Eugenia Balcells o Angels Ribé, en condenar las desigualdades de género y reivindicar la posición de la mujer en los duros años de la dictadura y la transición democrática. La perspectiva de los años y la reactivación feminista la está intentado recuperar del olvido, pero aún resta completamente ajena a toda bibliografía. El Reina ha decidido exponer dos de sus obras en la vergonzosa sala de feminismos de la nueva colección. El importante papel de estas mujeres no ha parecido ser suficiente como para merecer una sala digna; se prefiere a unos [pobres] loritos manipulados por un snob. Yo las admiro. Valientes. Tal como afirmaba Ferrer: naturalmente, yo soy feminista y he hecho todas esas cosas dentro del feminismo; pero cuando hay una urgencia, y durante la dictadura franquista la había, se actúa sin reflexionar sobre los contenidos, porque existe esta urgencia de hacer, así que nosotros hacíamos. Con respecto a la lucha puramente feminista, creo que el hecho de que yo hiciera ciertas cosas como Zaj, en España y en un medio machista, ya era un acto de lucha feminista, teniendo en cuenta que a mí me llamaban puta en los periódicos. […]
 Nerviosa, cojo el teléfono, marco el número, coloco los papeles repletos de preguntas que, a mi entender, van a ser la clave para mi trabajo; información valiosísima, de primera mano, una ruptura con el silenciamiento! Después de tanto chequeo bibliográfico fallido, por fin! Un rayo de luz que me ayude a descifrar las claves de su obra; y, para más inri, sin la contaminación subjetiva de ninguna mano redactora. Un tono; respiro. Dos tono; respiro. Sí?! Hola Eulalia! Com va tot? Sóc la Sara, recorda? Havíem concretat una entrevista telefònica… Hola Sara, maca! Tutéjam si us plau! No suporto que em parlin de vostè!
Adorable! Me dispongo a disparar con metralleta todas mis preguntas, inquietudes, con el mayor decoro, puesto que la situación impone y no quisiera parecer descarada. Se me escapa la formalidad del “usted” en varias ocasiones. Ella se enfada. Me disculpo reiteradamente. Estoy nerviosa, pero empiezo a aflojar. Su tono coloquial me acerca, me calma. Ella comienza a divagar sobre los duros años de la dictadura y su espíritu rebelde. Su espíritu de lucha, de inconformidad. Sus ganas de cambiar las cosas, sus ganas de salir, conocer, viajar. Jo era un cul inquiet per aquells anys. Ha olvidado muchas cosas. Las preguntas que había repensado muy bien, pierden peso, no puedo seguirlas… Ella me cuenta, con entusiasmo muchas cosas. Cuando por fin se formula un silencio pienso, es la mía! Le pregunto concretamente por la obra que yo pretendo analizar: Discriminació de la dona, una serie de cinco serigrafías sobre la mujer y el trabajo laboral. Aquella obra… aquella obra… aquella obra té ja 33 anys! En aquells moments em preocupava la situació de la dona, perquè sóc dona. Veia les desigualtats i em semblava una injusticia. Em vaig sentir moguda a fer-ne les serigrafies prenent imatges directament dels medis. I prou. Això és tot. Jo produesc per un impuls interior. Després ho deixo correr i em dedic a un altre tema. Eso era todo.
Entendí que el artista tiene un rol asignado y que nosotros tenemos otro. El suyo es producir, y el nuestro es reflexionar y escribir. Yo pretendía que ella me desvelara las claves de su obra. Pretendía recibir reflexiones, un discurso articulado, y yo limitarme a dar mi opinión sobre éste y a hacer de transmisora. Cuán equivocada estaba! Acostumbrada a vagar por la biblioteca y leer inagotable información sobre artistas consagrados, piensas que ellos han transmitido los porqués de sus obras, y quienes firman traducen decoradamente y con aires didácticos esos porqués. No dudo de la existencia de artistas reflexivos, pero tengo la impresión de que no se trata de la tónica general. Comprendí la dimensión de mi profesión. Qué importantes somos en la cadena engranada del arte! Somos las mentes pensantes, extractoras de conclusiones, deconstructoras de obras y articuladoras de sus significados. Menudo despropósito estuve viviendo hasta el momento!
Puede que todo esto sea un tanto exagerado, y que tampoco fuera tan ajena a nuestra labor, pero aquella falta de datos, aquella nula reflexión sobre su propia producción, más que el impulso visceral por necesidad, me reveló con claridad cuál era mi lugar, donde estaba mi posición y cuál era mi misión: pensar, repensar y articular con palabras aquello que, entre sus divertidos testimonios y mi intuición, podía ser útil para una mejor comprensión de la obra. Hoy, por fin, creo haber comprendido un poco más qué hago aquí.

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